El sacerdote jesuita, Javier Giraldo, y la ex-alcaldesa Gloria Cuartas han sido citados para declarar en este nuevo proceso. Esta última dice haber sido testigo de 1.200 crímenes, ver decenas de mujeres violadas y asesinadas, de presenciar cómo le cortaban la cabeza a un niño y me la tiraban a mí, de ver como mataban ancianos, me indicó, en un momento determinado, que ya no tenía nada qué perder y que iría hasta el final, fuera como fuera y sin importar escaseces.
Gloría afirma que presentará el documento firmado por el gobernador Álvaro Uribe Vélez, Resolución No.42360 de noviembre de 1996, reconociendo la Personería Jurídica a la entidad denominada Asociación Convivir Papagayo, con domicilio en el municipio de Carepa, Antioquia. Asociación que sirvió para canalizar los recursos para montar las estructuras criminales. Ella plantea que esto y muchos otros hechos demuestran que el esterminio del tejido social y la izquierda en Urabá fue fruto de un plan bien diseñado y no un cúmulo de hechos fortuitos y aislados que dieron lugar a un baño de sangre entre 1995 y 1997 en la región.
REPRODUZCO LA ENTREVISTA A CONTINUACIÓN:
Gloria Cuartas, la mujer que presenció los horrores de la violencia en Urabá y levantó la voz para denunciar sin ser escuchada y sí satanizada por quienes han sido objeto de sus denuncias, rompe el silencio.
Por Margarita Vidal
Hace doce años, durante una visita a Cali, cuando era alcaldesa de Apartadó, Gloria Cuartas, quien acababa de recibir un reconocimiento mundial de la Unesco por su trabajo en pro de la paz en el Urabá antioqueño, se emocionó hasta las lágrimas cuando los estudiantes del Colegio Berchmans no sólo la acogieron y le manifestaron su apoyo, sino que la aplaudieron a rabiar durante su exposición, inscrita en los actos de paz que se realizaban en Cali.
Gloria pedía a los caleños aprovechar la capacidad de convocatoria, frente a los procesos de pacificación, del obispo monseñor Isaías Duarte Cancino, quien se había destacado por su heroica gestión en la mencionada zona bananera de Antioquia. El prelado sería asesinado seis años después cuando salía de celebrar una misa en la parroquia del Buen Pastor, del barrio Ricardo Balcázar.
Gloria, una mujer hecha de garra y valor, que presenció los horrores de la violencia en Urabá, que levantó la voz para denunciar y señalar sin ser escuchada, que ha sido satanizada y estigmatizada por quienes han sido objeto de sus denuncias, que ha sido perseguida y amenazada de muerte, que levantó cientos de cadáveres en su condición de alcaldesa, es una sobreviviente.
Ella ha afrontado estoicamente las duras consecuencias por su decisión de ser la voz de las víctimas y por librar sucesivas batallas en contra de la impunidad de los victimarios. Hoy continúa su labor comunitaria en la capital y ve cómo se cumple esa ley no escrita, pero inexorable de que 'el pasado no perdona': la Fiscalía General de la Nación ordenó la captura del General (r) Rito Alejo del Río, quizás el militar más cuestionado en la historia reciente del ejército colombiano y cuyo nombre aparece en varios informes de organismos internacionales sobre violaciones a los derechos humanos.
Considerado por ONG como símbolo del terrorismo de Estado, el general Rito Alejo ha sido aclamado por algunos como el héroe que logró la pacificación de Urabá, a través de su gestión al frente de la XVII Brigada. Sólo que, según numerosas denuncias, ésta se hizo en alianza con los paramilitares.
Gloria Cuartas y el sacerdote jesuita Javier Giraldo, vocero de la Comunidad de Paz de San José de Apartadó, han sido llamados a declarar en este nuevo proceso, luego de años en que sus voces han clamado en el desierto. ¿En vano? La justicia lo dirá.
Sé que ha tenido años de un proceso durísimo, ¿cómo llegó a Bogotá?
Vine a Bogotá porque la Red Nacional de Mujeres me acogió ya que era difícil llegar por muchas razones: por mi posición política, por mi manera de ver la situación del país, porque a veces me convertí en una mujer incómoda.
Entonces me decían: me alegra mucho verte, que buena tu valentía, pero aquí no hay trabajo. Pasé cinco años en situaciones muy difíciles, acompañando procesos comunitarios, más por opción personal que por vínculos laborales.
¿Quiere eso decir que su valerosa actitud de denuncia le pasó cuenta de cobro?
Todo tiene un costo. Podría haber optado por el silencio y la comodidad aquí o fuera del país.
Pude haber aceptado cargos por fuera o haberme acomodado en una estructura donde no pasara nada. Hoy tengo 48 años, y los últimos 13 los he pasado batallando, porque Apartadó cambió mi vida.
¿En qué sentido?
Todo lo que yo había hecho en diferentes partes del país como trabajadora social dentro de una posición política y ética se define en Apartadó. Haber sido testigo de 1.200 crímenes, ver decenas de mujeres violadas y asesinadas, de presenciar cómo le cortaban la cabeza a un niño y me la tiraban a mí, de ver como mataban ancianos, me indicó, en un momento determinado, que ya no tenía nada qué perder y que iría hasta el final, fuera como fuera y sin importar escaseces.
En el momento en que le quitan la cabeza a César Augusto, un niño de doce años, estudiante de una vereda, Victoria, otra niña que estaba conmigo, me indica que nos escondamos debajo de una cama y me dice: Los niños de la escuela no la vamos a dejar matar. Entendí que yo tenía que asumir una actitud hacia el futuro y que ese futuro no dependía de estar allá.
Aunque tuviera que salir de la zona, por muchísimas razones, tenía que seguir trabajando para que se esclareciera la situación de la región, para que se supiera qué ocurrió allí entre 1995 y 1997 y que el país no ha querido afrontar.
Era la época de la 'pacificación'. ¿Cómo analiza usted esa estrategia que, entre otras cosas, ha vuelto a poner en la picota al general Rito Alejo del Río?
Yo me posesioné el 1 de enero de 1995, a través de un acuerdo básico que se llamaba Consenso por la Paz, donde estaban todas las fuerzas sociales y políticas de la zona. Por un lado se hablaba del acuerdo regional humanitario encaminado, supuestamente, a buscar nuevas salidas políticas en la zona y, por el otro lado, se veía venir el diseño de una política, de un plan estructurado, planificado y pensado para eliminar a la izquierda.
En esa época se hablaba de la Operación Génesis, ¿qué fue?
Un plan, una estrategia de exterminio. Operación Génesis no arranca necesariamente en el 95, ya estaba pensada desde mucho antes y se puso en marcha en ese año porque es el momento en que se transforma el uso del suelo en la región de Urabá.
¿Era un plan para eliminar a la izquierda y facilitar el retorno de los partidos liberal y conservador a la zona? ¿Se trataba de acabar con la guerrilla sin negociación y para ello había que empezar en un campo experimental como el de Urabá? Yo venía de hacer un acompañamiento de la
Unión Patriótica, en la que muchos veían como una nueva oportunidad política para el país, pero todo se había ido derrumbando.
Era una situación terrible. Los concejales de Urabá me decían que trabajara por el acueducto, el alcantarillado, la energía y que no me metiera en los asuntos de orden público porque eso estaba a cargo del gobernador, que era Álvaro Uribe Vélez.
Hoy puedo afirmar que todo ese proceso no se trató de acciones aisladas, ni que a un general se le ocurriera hacer alianzas con Carlos Castaño o que Pedro Juan Moreno, por opción personal, le diera personería jurídica a Papagayo, la cooperativa de las Convivir o que al azar se estuvieran consolidando las nuevas políticas de la zona. Allí había un plan pensado, estructurado y ejecutado con precisión.
Pero también la acción de las guerrillas era aterradora...
Claro, las acciones de las Farc o del Epl en la región del Urabá fueron muy graves, pero no creo que la decisión de eliminar a la población civil como una forma de eliminar a la guerrilla, haya sido la acertada. Yo creo que hubo una decisión política de eliminar todo el movimiento social del Urabá y hablo especialmente de
Apartadó. Las masacres se sucedían unas a otras y veinte mil hectáreas de tierra fueron desalojadas.
Tuvimos registro oficial de cientos de familias despojadas, hombres, mujeres y niños, y todo lo fuimos documentando con el Comité de Medicina Legal que se estableció con distintas entidades y todo quedó debidamente certificado.
Yo creo que la captura de Rito Alejo del Río hoy tiene implicaciones muy serias que el país no alcanza a dimensionar ni siquiera cuando yo misma asumo la responsabilidad de plantear que cualquier investigación al general Rito Alejo, la que sea, necesariamente toca al Presidente de la República, porque Rito Alejo era el comandante de la XVII Brigada y Álvaro Uribe era el Gobernador de Antioquia.
Bien lo dice Fernando Londoño en alguna de sus columnas: 'Gracias a la decisión del presidente Uribe, gobernador en ese entonces, Rito Alejo logró pacificar la zona'.
Qué cree que pasará con Rito Alejo?
Hicimos un derecho de petición al Fiscal General en el que le decimos que es muy importante que asuma personalmente el caso, porque no puede volver a suceder que lo dejen libre por errores de procedimiento.
Usted nombró la cooperativa de las Convivir, 'Papagayo', ¿qué tuvo que ver con el tema de la violencia de Urabá?
Tengo este documento firmado por el gobernador Álvaro Uribe Vélez, Resolución No.42360 de noviembre de 1996, reconociendo la Personería Jurídica a la entidad denominada Asociación Convivir Papagayo, con domicilio en el municipio de Carepa, Antioquia. Como recordará,
Papagayo fue la que recibió los recursos de Chiquita Brands para montar la estructura que desencadenó en la región del Urabá antioqueño la eliminación sistemática de las personas. Cuando a mí me dicen muestre una prueba, yo muestro ésta. Es una prueba material. El Heraldo de Urabá, un periódico local que cubría todos los conflictos regionales, registró todos los hechos para que los interpretara la historia y si hoy uniéramos esos textos a las versiones de HH, a las mías y a las de tantos otros, en la Fiscalía podrían armar el rompecabezas. La gran pregunta es:
¿Quién se atreve a armar ese rompecabezas?
Podría ser el Fiscal, porque de lo contrario, ¿por qué ha abierto el caso de Rito Alejo?
Yo creo que se hará hasta lo imposible para depositar la culpabilidad de todo en Rito Alejo del Río. Y quiero manifestar esa preocupación porque el responsable no es única y exclusivamente el general del Río.
Suponiendo que ocurriera nuevamente -y supuestamente en contraevidencia- una exoneración del general del Río, queda de todas maneras una instancia más alta que es la Corte Penal Internacional, que tiene la lupa sobre Colombia.
¿Estaría dispuesta a ir hasta allá?
Pues claro. Lo que yo le digo es que hay un grupo de abogados que me acompañan y que no vamos a desistir. El tiempo me ha enseñado que esto es largo y que hay que tener paciencia.
Han pasado 13 años y yo cada día recuerdo el nombre de las víctimas y veo que en San José de Apartadó hay hoy, nuevamente, una estructura paramilitar que tiene el control económico, político y social de la región. Esa es una realidad actual.
El periodista Daniel Coronel hace un año hizo una denuncia pidiendo explicaciones para la 'racha inexplicable y fatal' que ha ido acabando a quienes se han atrevido a atestiguar en contra del General Rito Alejo del Río y se refiere, entre otros, a Oswaldo de Jesús Giraldo...
Sí. Los abogados que acompañaron ese proceso están en Bogotá y son testigos de que ya estaba toda la denuncia lista. El CTI estaba al tanto, pero llega un miembro del equipo de abogados del general Rito Alejo y lo amenaza diciendo que si no se retracta acaban con su familia. Fue tanta la presión que él advierte que lo van a matar, y a su familia, y que él se retracta. Así lo hizo y sin embargo al salir de la cárcel lo mataron.
Está, por ejemplo, el caso de Pedro Juan Moreno, que había empezado a contar cosas en su periódico La Otra Verdad. Yo estoy segura de que Pedro Juan fue eliminado por las estructuras que rodean al presidente Uribe.
¿Pero por qué?
No es que él no esté implicado. Está implicado. Y le digo que si algo ha caracterizado al presidente Uribe es la capacidad absoluta de borrar pruebas. Entonces siempre aparece impecable, inocente, como el padre protector que trae el orden, pero de él no se sabe nada. Por eso, que Gloria Cuartas diga cosas, que denuncie y que acuda a las instancias judiciales, sólo significa que habla mucho o que está loca. No se le da credibilidad a mis palabras y a las experiencias que viví. Pero resulta que lo mismo que yo he dicho siempre lo estaba publicando también Pedro Juan y cuando empieza a hacerlo, en su periódico
La Otra Verdad, muy convenientemente se muere. Yo no creo en el accidente de Pedro Juan. Él podía morirse de cualquier otra manera, pero no por un problema de seguridad.
¿A qué le apunta usted ahora?
Vamos a trabajar muy duro en el tema de la justicia en las instancias nacional e internacional porque todos los casos los cerraron por falta de pruebas- entre comillas- Ni siquiera cupo la responsabilidad por omisión.
Era sencillamente imposible que hubiera sucedido lo que sucedió cuando había más de 16 mil hombres en las Brigadas Móviles de la región del Urabá, a menos de media hora entre Carepa y Apartadó y que se hubiera presentado un cuadro criminal como el que sucedió.
A esto añádale el maltrato a las autoridades locales, la arrogancia del ejército, la creación de las zonas especiales de orden público. Para mí, Urabá fue el laboratorio de lo que se conoce como Política de Seguridad Democrática'.
¿Dónde entra Uribe?
Álvaro Uribe como gobernador hizo tres cosas: la zona especial de orden público -entregar a los militares el control de zonas, pasando por encima de los alcaldes y los concejales elegidos por el pueblo-. Un poder militar por encima de todo. En segundo lugar, las Convivir: legalización del paramilitarismo antes de la Ley de Justicia y Paz. Una de ellas autorizada por él, y tres: instalar todo un discurso de fuerza en la zona como vía para encontrar la llamada pacificación de entonces.
Ese modelo lo que hizo fue replegar de la zona a la guerrilla, reordenar el uso del suelo en una zona en la que, aún en los días mas críticos, hubo la más alta rentabilidad económica. En fin, es una larga y triste historia que tiene que aclararse. Por eso creo que la vía Rito Alejo del Río puede conducir a otro infierno. Allí están implicados empresarios, tal como ocurrió en otras regiones del país, cuyos nombres tienen que revelarse.
¿Dónde están hoy los políticos de la zona? ¿Dónde están los responsables? Yo por eso no creo en la Ley de Justicia y Reparación. Algo muy endeble e improvisado que de todas maneras sufrió un golpe de muerte con la conveniente extradición de los 14 jefes paramilitares. Las víctimas piden justicia y la única manera de conseguirla y de que el país empiece a sanar de unas heridas tan horrendas, es que se sepa la verdad.
El episodio del niño al que le arrancaron la cabeza, ¿cómo sucedió?
Fue entre julio y agosto del 96 en la Escuela La Cadena, César Augusto, un niño de 12 años, vio que los paramilitares pintaban consignas en la pared. Cuando yo llegué con el resto de los niños me contaron que César Augusto había sido testigo de la acción de los paramilitares.
Cuando miré hacia atrás de la escuela los paramilitares habían cogido al niño y delante de nosotros le quitaron la cabeza y nos la arrojaron. Yo permanecí allí como 5 horas con los niños, en medio de una balacera, porque la Cruz Roja Internacional no entró dizque porque no había condiciones.
El general Rito Alejo dijo después: 'Eso no pasó. Esas son visiones suyas. Usted va a tener que buscar ayuda'. Decirme eso a mí que había visto a la mamá con el cuerpo del niño y a su hermanita con la cabeza. No. Ni fueron visiones, ni estuve, ni estoy loca. Lo que vi lo vi.
Todo sucedía mientras yo le insistía al general Rito Alejo que hiciera algo porque los paramilitares estaban acabando con todo.
Mientras tanto él se reunía con ellos en la finca de Augura, en el Club Social, en San Pedro de Urabá.
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