PUBLICADO POR Roberto Romero de Bogotá | Para Kaos en la Red | 29-11-2008 |
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Lo que marca la pauta del proceso social hoy en Colombia son las protestas de los trabajadores y de la minga y no los marchitas uribistas.
Ingrid se negó a incluir en el lema de la marcha la denuncia de las ejecuciones extrajudiciales a petición de Ivan Cepeda en París.
Por Roberto Romero, redacción de pacocol
Daríamos cualquier cosa por saber qué está pensando Ingrid Betancourt a esta hora, arrellanada en su habitación del más lujoso hotel de Paris, pagado por los contribuyentes franceses, tras el estruendoso fracaso de su iniciativa.
La gran prensa trató todo el día de minimizar el desastre coreando las mismas desgastadas consignas que ya no mueven a nadie. El Tiempo, del que es notorio accionista el ministro de la guerra, esconde por todas partes la realidad de la raquítica jornada.
El Espectador, por su lado, rescata la objetividad que deben mantener siempre los medios. Sin tapujos habla de 2000 personas en Bogotá y en su descolgada del título señala; “Modestas concentraciones se dieron en diferentes regiones del país y varias ciudades del mundo para pedirle a los grupos armados el regreso de los civiles y militares que permanecen retenidos por más de diez años”.
Y añade que la respuesta de los colombianos no fue tan masiva como se esperaba. El propio Juanes insistió en que esta era la marcha más importante porque los secuestrados que siguen en cautiverio no son personalidades. El artista ofreció lo que puede mostrar: un concierto gratis y ni eso colmó una pequeña plaza de Medellín.
Pero qué podrían esperar los organizadores del nuevo aquelarre de Uribe, en fin de cuentas el más damnificado cuando el país se debate en una de sus peores crisis y se apodera de todos el desanimo y la pérdida de perspectivas.
El mismo diario del grupo Santodomingo da una buena puntada sobre la renuncia de la gente a movilizarse, a pesar de toda la gigantesca propaganda por semanas en la radio y la televisión, a veces hecha hecha con el peor desgano.
“La mayoría de las personas manifestaron no tener muy claro los motivos de la marcha del 28N porque no saben si es en contra de las Farc, a favor de la libertad o en apoyo al Gobierno Nacional”.
Juanes alcanzó a dar uno que otro hachazo en las raíces del árbol: “La falta de público se puede explicar porque ahora no estaban en el centro las personalidades, solo los policías y soldados y unos políticos no tan conocidos”.
Por su puesto. Los medios durante años convirtieron a Ingrid en la vedette del secuestro y una vez en libertad, continuaron saturando las ondas con la figura de la ex rehén excluyendo a los pobres compatriotas que permanecen en la selva. Se olvidaron incluso del profesor Moncayo que logró romper el cerco mediático gracias a sus caminatas por toda Colombia.
Los medios no hacen sino dejar bien en claro su rotundo carácter de clase: sirven a las élites en el poder y lo demás no merece sino un leve acento.
Y es que no es malo salir a marchar por la paz, por una verdadera paz con justicia social y el fin de esta guerra de medio siglo, sino que los propósitos manipuladores de los convocantes dejan de lado las verdaderas causas del conflicto y así no se puede.
Otro sería el resultado, por ejemplo, si Ingrid hubiera tenido en cuenta a la propuesta que le hizo Iván Cepeda, el director del Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado, de incluir en las marchas el tema de las ejecuciones extrajudiciales que han conmovido al país y el acuerdo humanitario. Nuestra “Juana de Arco” ni se inmutó cuando, cara a cara, escuchó a Cepeda en Paris.
Las marchas debelan también el aislamiento, seguramente irreversible, del presidente y su séquito de aduladores. Huérfano de iniciativa. Por desgracia, las centrales obreras y el mismo Polo no entendieron el momento y se sumaron, con sus pequeñas huestes, al aquelarre uribista. Perdieron de vista que en Colombia ahora soplan otros vientos. Los vientos de la minga y de la protesta popular contra el régimen.
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