Felicidades que matan y candidaturas que espantan
Colombia sigue sorprendiendo. No ha dejado de hacerlo casi nunca y es lo más natural en un país de tanto entrecruzamiento de razas y culturas. Esta semana, por ejemplo, coincidieron dos noticias de sendos estudios e investigaciones. Uno de ellos dice que somos el segundo país con mayor desempleo en Suramérica y el otro que somos uno de los países donde la gente se siente más feliz. Quizás sea por la influencia ideológica del negrito del batey aquel que sin vergüenza y muy buen ritmo cantaba que “el trabajo para mi es un enemigo y el trabajo se lo dejo solo al buey porque el trabajo lo hizo dios como un castigo”. Sería la única explicación a tanta felicidad en medio de tanto desempleo. O quizás que los encuestadores de la felicidad hicieron sus trabajos en las salas mortuorias, sitios donde se escuchan largas jornadas de muy buenos chistes que ayudan a mitigar las tristezas y a que el muerto que se está velando se lleve una ultima buena impresión de este mundo. Y con tantas guerras y conflictos y con la altísima tasa de homicidios que tenemos, ir a los funerales es una de las actividades sociales más recurrentes de los colombianos.
Por eso no es de extrañar que del país donde más sindicalistas se matan en el mundo y que tiene más sindicalistas desplazados internamente y exiliados por todos los continentes el actual Vicepresidente de la Republica, Angelino Garzón, se haya candidatizado para Director de la Organización Internacional del Trabajo OIT, teniendo como jefe de campaña al propio presidente Juan Manuel Santos.
Es cierto que Angelino Garzón fue sindicalista y fue dirigente del Partido Comunista Colombiano. Y que estuvo, como miles, exiliado por las amenazas contra su vida. Pero también es cierto que hace muchos años dio una voltereta espectacular hasta terminar siendo un alto funcionario del régimen de Uribe Vélez. Sería injusto no reconocer que Angelino en su etapa neoliberal ha sido un hombre de ciertas conciliaciones y generosidades burocráticas con algunos o hasta con bastantes de sus antiguos camaradas de lides sindicales y utopías izquierdistas. Pero indudablemente la más profunda y real conciliación, o postración, ha sido con los patronos y sus idearios neoliberales y antisindicales.
Por esto es una aberración que un régimen como el colombiano se apodere de la OIT. Una ofensa a la memoria de los más de 3.000 dirigentes sindicales asesinados. Sería un respaldo a la estrategia de exterminio de la dirigencia sindical como manera de apuntalar proyectos económicos antipopulares sin oposiciones incomodas.
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